miércoles, 13 de febrero de 2008

Llora, llora y después...


Llora y llora, porque llorar no es de cobardes, más al contrario, llorar para después levantarse y no sucumbir: ¡eso sí es de valientes!


¿Jamás has sentido como tu alma se desgarra? Te han roto y paulatinamente pierdes las fuerzas.
Joder, te acaban de dar un portazo, te han roto las narices y tú corazón está ahí, tirado en el suelo, en carne viva. Estás abatido, destruído, a unos centímetros de las baldosas gimiendo y retorciéndote, sólo lloras, destrozas aquello que te rodea, o te muestras irascible con los demás.
Todo es un sinsentido, ni siquiera te crees capaz de volver a amar, y sin amor ¿por qué respirar?, luego, ¿por qué vivir?
Te sientas a contemplar imágenes, que no son más que recuerdos que tan sólo mortifican más tu ya castigado corazón. Que digo castigado, ha sido sentenciado a la pena capital. Sollozas porque tu cuerpo no puede responder a nada más, ni el mínimo estímulo es obsequiado con cualquier reacción por tu parte.
Alguien, en un momento, te ha juzgado, ha visto lo que pretendías ofrecer, lo ha sopesado y te ha condenado a sufrir. Entonces, ¿las lágrimas son injustas? O no... Sí, puede que el Karma te haya golpeado con dureza porque esta vez lo merecías, tan solo, quizás, por no ser lo suficientemente bueno.
Sientes ganas de destruir. Primero te dañas. Hay muchas maneras de lograrlo, sólo con urgar en las heridas (aún demasiado recientes) ya consigues lastimarte mucho, muchísimo. Y, entonces, cuando te desangras ¿Algo te detiene? Un rotundo NO, sigues buscando y buscando recuerdos, cuanto más sufras mejor. Si casi roza el masoquismo y la autodestrucción, ¿por qué es el mecanismo al que nuestra persona siempre recurre ante el desamor? INCREÍBLE. Antes las desgracias, hacemos lo posible por sentirnos miserables. Ahora bien, aquel que invierte todo ese dolor para ponerse en pie, subir un escalón y progresar, es el que verdaderamente merece sufrir del mal del amor, porque ha quedado comprobado, los golpes lo hacen más fuerte, tanto que algún día puede insensibilizarse completamente o utilizar toda esa maraña de sentimientos para triunfar en todo lo demás. Porque es de ley que, al final, el amor de algún modo u otro, siempre acaba llegando.